Generar más trabajo atado al procesamiento de pescado fresco en la industria marplatense como para maquillar los altos niveles de desocupación que se han enquistado en la ciudad en los últimos años, al menos desde el discurso, ha sido una de las preocupaciones de las autoridades que se preparan para abandonar funciones.
Aunque la realidad concreta de los hechos muestra otra cosa: La flota congeladora cobró protagonismo en las descargas de merluza no solo por ocupar el vacío que dejaron los buques fresqueros que migran todas las temporadas a hacer el invierno con el langostino patagónico sino también por la transferencia, a contramano de la ley, de cuota de hubbsi asignada a barcos de fresco hacia otros que capturan, procesan y congelan a bordo.
La prórroga eterna para la flota potera de la obligación de reprocesar en tierra el 10% de las capturas de calamar es apenas un detalle en esta dicotomía entre discurso y realidad que abraza a los funcionarios. En la pesca mucho de lo que queda escrito no se cumple y algunas veces, como la eslora del “José Américo” y el “José Marcelo”, ni siquiera es verdad.
En estos años el gobierno saliente tampoco generó incentivos para promover la generación de trabajo en tierra. No solo desde la mejora en los derechos de exportación, borrando de un plumazo la diferencia que había (menos del 10%), entre exportar un filet elaborado en tierra que otro en alta mar, con la devaluación de junio del año pasado, sino que tampoco avanzó en la reforma laboral que la industria pesquera local necesita de manera indispensable sino quiere languidecer en una pendiente que puede arrastrar lo poco que queda en pie.
Tampoco, más allá de algunos amagues con forma de Mesa de Trabajo cuya frecuencia de reuniones se fue evaporando como la llegada del ministro Sarquis al Consorcio Portuario, se trabajó para actualizar el convenio colectivo de la actividad.
En la agenda de la Intercámara de la pesca figura la idea de unificar los convenios del personal embarcado pero habrá que esperar nuevos interlocutores del otro lado del escritorio. A este gobierno apenas le piden que no sigan entregando áreas para la exploración de hidrocarburos en áreas de explotación pesquera sin los estudios mínimos de impacto ambiental.
Pero el que necesariamente debe adecuarse es el 161/75 que agrupa al personal efectivo, temporario y eventual de la rama del fresco del SOIP. Camino a cumplir 45 años, nada queda en pie en Mar del Plata de aquel pasado en que la merluza casi que se pescaba con caña de la escollera Sur a esta realidad en que la flota debe viajar día y medio para llegar a la principal zona de pesca, y la industria muestra notorios picos de actividad.
Hoy la merluza fresca en Mar del Plata parece una especie de temporada, de zafra, como el magrú en vísperas de la primavera y la anchoíta antes que llegue el verano. En los últimos cinco años los desembarques pesqueros se redujeron casi en 100 mil toneladas en Mar del Plata y buena parte de lo que falta es merluza. Si contamos la que llegaba disfrazada en partes de pesca como mero, pargo o saborín, la ausencia aún es más importante.
La hubbsi tiene otros volúmenes que las especies pelágicas, mucho más importantes claro, pero ha cobrado mayor ondulación a partir que hay más de 55 barcos que entre junio y octubre dejan de pescarla y descargarla en el muelle para que se la procese en tierra.
La idea de fijar un acuerdo exclusivo para el procesamiento de langostino en las fábricas locales fue una buena idea más allá que los resultados no han sido los esperados e Iberconsa terminó incorporando menos obreros de los previstos. Pero así como el langostino llega a Mar del Plata de manera temporal, el esquema que tiene hoy la flota de altura genera que también es circunstancial la mayor oferta de merluza.
“Yo podría incorporar más gente entre noviembre y mayo, que es cuando esta toda la flota operativa en puerto y hay mayor oferta de pescado”, dijo Diego Buono, que acaba de registrar peones y envasadoras bajo el anexo PyME en Mar Calmo, un frigorífico que hace mercado interno.
Los fileteros que cortan especies del variado costero se mantienen en la precariedad que les entrega un mejor ingreso y, sobre todo, en algunos casos, la posibilidad de seguir gozando de planes sociales. La renovación del convenio colectivo debería poder incluirlos a ellos también.
El razonamiento de Buono tiene predicamento entre otros industriales del puerto. Si hubiese reglas claras, un contrato laboral con fecha de inicio y finalización, otros estarían dispuestos. Poder tener la posibilidad de agrandar la plantilla de personal cuando se incrementa el movimiento de pescado y reducirla cuando los barcos se van al sur y se achica la oferta. Todo en blanco, con aportes, beneficios sociales y la chance de generar un antecedente para una recontratación a futuro.
El beneficio también redundaría entre los armadores que venden el pescado entero en muelle. El precio no caería tanto si hay una mayor demanda por el incremento de la masa laboral. “Hoy menos mal que no están todos los barcos porque no tendríamos quien corte el pescado”, reconocen los industriales.
Hoy la discontinuidad en la entrega de pescado fresco en muelle, la elasticidad de los picos de producción se resuelve precarizando trabajadores y generando una competencia desleal para quien tiene a sus obreros registrados bajo convenio.
Otra cosa que no ha hecho este gobierno ha sido fiscalizar y sancionar a quienes se aprovechan del sistema cooperativo para evadir responsabilidades y bajar costos en desmedro de los derechos laborales de los trabajadores con un sello de goma.
Si la idea es hacer crecer el empleo en blanco en una industria que exporta por millones de dólares pero algunos piden REPROs y hasta se comprometen a no despedir personal porque alimentan el goteo con acuerdos que homologa la justicia laboral, el debate para actualizar el convenio del 75 es ineludible.