El salvataje generalizado a la industria nacional jaquedada por el corona crisis que dispuso el gobierno de Alberto Fernández alcanzó a una actividad esencial como la pesquera. La ayuda para pagar parte de los salarios contribuirá a garantizar la paz social en Apolo Fish, el frigorífico que fue noticia en las últimas horas a partir de la ocupación pacífica por parte de sus trabajadores por sueldos atrasados.
El caso de Apolo será el primero pero no el único en las próximas semanas. Si el sector ya había perdido casi 500 empleos a poco de iniciar el 2020, cuando la pandemia era apenas un virus desconocido que afectaba a China, qué otra cosa que acentuar la crisis puede generar la caída de la actividad, la demanda y los precios internacionales.
Y el negro panorama viene con una “yapa” regional. Brasil, el principal destino de las exportaciones de merluza marplatense devaló el Real casi un 50% en lo que va del año. La toneladas de hubbsi interfoliada que los exportadores empataban vendiendo a 2800 dólares a principios de año, ahora los clientes la pagan a menos de 2300 dólares.
Con la máquina de fabricar horneros a todo vapor, el gobierno podrá auxiliar a Apolo Fish este mes y el que viene. También a varios frigoríficos que tengan al personal registrado de modo de canalizar el salario en el CBU de cada trabajador. Los armadores lo pidieron pero no le dieron a ninguno. Vender calamar en abril no figura en el comparativo del año pasado…
Obviamente que hay que excluir de este apocalipsis a empresas integradas como la de los apellidos ilustres, Solimeno o Moscuzza, tienen otras espaldas para aguantar esta tormenta perfecta. También Iberconsa, que compró Giorno de Valastro. La española anunció que construirá 3 nuevos tangoneros. No en el país que le permite facturar fortunas y remitir al fondo de inversión americano al que pertenece, sino en Armón, Vigo. Y la industria naval argentina?, bien gracias.
Pero a otras empresas les impacta de lleno: La cadena fresquera parece herida de muerte: no hay demanda de pescado fresco porque nadie tiene garantía de venderlo y mucho peor, de cobrarlo. Y en el mientras tanto, hay personal efectivo bajo convenio colectivo a quien pagarle todos los meses un salario de garantía.
La condena para el trabajador que recibe un ingreso por debajo de la linea de pobreza, es una mochila de piedras para el empresario que paga y no produce. Y sino produce no tiene ingresos..y aunque no tenga ingresos tiene que hacer frente a la siguiente quincena.
Es tal la crisis que nadie piensa en la paritaria 2020, al menos en el SOIP. Los marítimos hasta ahora miraron las mareas del langostino al norte con la incógnita del virus y los protocolos sanitarios. Si arranca Nación, harán cola para pedir audiencia con las cámaras.
Alguien, en algún momento, deberá pensar cómo hacen los frigoríficos sin barco pero con gente a cargo para mantenerse sobre la rueda productiva. “Hoy no tengo financiamiento para poder comprar pescado, suponiendo que tenga un cliente que me haga un pedido”, contaba un industrial ahogado por el contexto en que cada día puede ser peor.
Si mañana se levantara la cuarentena los problemas de los frigoríficos no se evaporarían. Sin ir muy lejos, Apolo figura entre una de las primeras de la lista de EDEA para cortarle la luz por falta de pago. Y quien no debe luz debe el agua, el gas, ni que hablar de los impuestos municipales, provinciales y la cuota de la obra social de los obreros.
“Mañana entra uno de los barcos con merluza. No tengo pedidos”, confiesa un armador fresquero que evita comprar en el submundo de las cooperativas. “Sabes la cantidad de cheques rebotados que vienen… no te imaginas lo que cuesta vender el pescado”, insiste el armador que hace un viaje por mes para sostener el salario de los tripulantes. “Puro empate”, resume de estas últimas mareas con la merluza entera a 38 más IVA y calamar muy por debajo de los 90 pesos.
El armador que no reprosesa su propia captura tiene serios problemas para encontrar demanda a su materia prima. “Son 10 empresas para toda la flota; que vos saber que vendes y vas a cobrar, no te dejan de garpe. El resto es un cachivache”, cuestiona.
Para colmo en las últimas semanas Gaveteco tuvo problemas con algunos armadores a los que les compra raya. Muchos le vendían porque pagaba un mango más que el resto. Di Bona es uno de los más afectados con una deuda de ocho cifras y eso puso en alerta a varios otros clientes. «La china tardó pero al mío lo levantó», avisó otro armador.
La china tiene un nombre que pocos conocen. En el puerto todos la conocen como «Estrella» y tendría problemas con el capitalista coreano que se lleva el pescado procesado para oriente.
Allegados a la empresaria reconocen que existen dificultades de liquidez, que prometen ir solucionando mientras sigan trabajando. En estos días hubo una protesta por demora en el pago de quincena. Mientras tanto les sigue pidiendo pescado a sus clientes para no caiga al precipicio … Los billetes de Alberto la ayudarán a conciliar el sueño.
Pero esos 10 no pueden absorber toda la oferta y más por necesidad que por convicción terminan alimentando un circuito informal con obreros precarizados que tienen otros costos laborales y son más competitivos que estructuras comerciales que los que tienen a su personal bajo convenio colectivo.
Hace un tiempo que la industria del reproceso de pescado fresco en tierra no era negocio. Al menos no de la merluza. El abadejo y las rayas tiene restricciones, el calamar se captura y congela a bordo en forma mayoritaria, la corvina se exporta casi todo entero…
Hoy los efectos del covid-19 profundizaron los problemas. La actividad esta contraída y en ese escenario reducido los que peor la pasan son los que están atados a costos fijos descomunales. Tener 30, 60, 100 trabajadores ya es un costo importante con el circuito funcionando. Paralizado desde hace mes y medio genera consecuencias devastadoras. Hoy se mantiene por la gestión de Alberto y su máquina de fabricar billetes.
Pero el milagro no durará por siempre y este año el langostino en aguas nacionales no repartirá la abundancia de años anteriores. Por eso será indispensable, para el día después del coronavirus, tener un plan.
Para que la industria atada al pescado fresco deje de ser un mal negocio. Un plan para detener el descalabro. Un plan para mantener lo que todavía se mantiene en pie.