Nadie quiere jugar con fuego en el puerto. El rápido acuerdo entre CaIPA y el SOIP para fijar los pilares que sostendrán la paritaria 2019 delata la intención de ambas partes por no agitar las aguas en un mar que luce demasiado crispado por la inactividad que regala la industria. Paradojas portuarias de las que Mar del Plata es toda una especialista. Como en sostener el desempleo.
Claro que los obreros de la pesquera Sebastián Gaboto, y algunos de El Marisco, parecen refutar la buena predisposición que mostraron Fernando Rivera y Cristina Ledesma al firmar la actualización del 35% en dos tramos y la posibilidad de volver a sentarse en octubre para ver qué tan lejos quedaron de la escalera inflacionaria.
Unos 60 trabajadores blanqueados en el anexo pyme hace casi un lustro, mayormente fileteros, reclaman lo que pocas veces tuvieron en esta relación laboral: trabajo continuo. Y si alguien puede dar pescado fresco con mayor regularidad que varios en el puerto es justamente Antonio Di Leva.
El empresario controla Gaboto desde el frigorífico El Marisco, donde trabajan otros 50 obreros vinculados al envase y congelado de pescado fresco. De ese grupo más de 40 también registrados en el anexo pyme.
Armador de los barcos fresqueros de altura ”Marisco I”, “Marisco II”, “Sirius II” y “Sirius III”, Di Leva dispone de más de 15 mil cajones de pescado cada vez que la flota completa marea. El problema es que hace años que no logra tener a todos activos. Cuando no se rompe uno, se rompe otro y cuando no, migra otro al langostino.
Para colmo, poco del pescado que baja en muelle llega a Vertiz y Pescadores, donde los fileteros de Gaboto juntan paciencia y necesidades básicas insatisfechas. Mucho va a parar a diferentes fasoneras donde los trabajadores no están registrados bajo convenio.
“El fresco no es negocio. Necesitamos que tripliquen el incentivo de los reintegros para tener rentabilidad en la exportación de merluza”, se quejaba Di Leva entre los suyos en el 2017, luego de superar otra demanda laboral parecida a esta que mira desde su oficina desde la semana pasada, con cubiertas encendidas y obreros en estado de ebullición .
Esos incentivos que pedía el industrial no solo no se triplicaron sino se redujeron más de cinco veces a partir de la devaluación del año pasado que si bien mejoro algunas ecuaciones, amplió la brecha de costos de producción con el filet de merluza elaborado a bordo. Ese producto llega mayormente a las mismas góndolas donde termina quitándole espacio al elaborado en tierra.
El empresario bajó la persiana de Supremacía Marina, la conservera que tenía el grupo y que venía caminando en falso como todas las del sector desde hacía un par de inviernos. Arregló con los que quisieron irse y el resto, una veintena, los incorporó a Gaboto. La promesa fue la misma que ahora: bajar más pescado para poder trabajar con regularidad.
En realidad Di Leva supera las crisis con idénticos compromisos. Mejorar el ritmo de trabajo, ocupar las horas muertas para maquillar aunque sea el salario garantizado con una dignidad que tampoco logra perforar la línea de pobreza. Y como lo único que tienen los trabajadores es una paciencia parecida a la resignación, vuelven a creer. Al menos hasta ahora que volvieron a paralizar casi por completo la actividad. Casi porque algunas envasadoras bajo convenio del 75 sumaron algunas planchadas más de filet en cámara.
“Nos estamos cangando de hambre, esto no se aguanta más”, definieron los delegados que regaron las calles del puerto con gomas encendidas y paralizaron cualquier actividad en ambos establecimientos.
Para escapar a nuevas falsas promesas, los obreros pidieron una mejora en el garantizado, cosa de mejorar la situación bajo el reino de la inactividad. De 10 mil pasaría a 16.500 pesos, de palabra, porque a la hora de firmar, Di Leva volvió a cantar ausente.
Desde la empresa aseguran que no adeudan salarios y no están dispuestos a negociar una equiparación con la manera en que se calcula la garantía del convenio 161/75 y arreglos adicionales que oportunamente acordaron El Marisco con el gremio.
En un contexto de parálisis (y malestar) prolongado, una diferencia de 4 mil pesos entre trabajadores bajo diferente convenio pero que hacen la misma tarea, alimenta el descontento. Cansados, los trabajadores reclaman por todo: suba del garantizado y equiparación salarial. La excusa perfecta para que Di Leva no entregue nada.
Al cierre de esta columna el conflicto se mantenía y cada vez resulta más indisimulable la falta de respaldo del sindicato. Algunos dirigentes acompañaron los primeros movimientos en vía pública pero desde esta semana se corrieron. A Ledesma no les gustó que en CaIPA le dijeran que el turno noche de Gaboto, aún cuando hay pescado, interrumpe el trabajo dos horas antes de cumplir el horario.
Sería oportuno que la madurez que exhibieron CaIPA y el SOIP para abrochar una negociación salarial a tres semanas de haberse cumplido el acuerdo del 2018, cuando el año pasado demoraron casi 100 días, alcance para enfriar la tensión en Sebastian Gaboto y El Marisco. Y que Di Leva, cumpla su compromiso y les devuelva dignidad a sus trabajadores.