La muerte de Nicolás Monteros, electricista naval, mientras, se especula, intentaba cruzar desde la cubierta del “Rasmus Effersoe” hacia el “Virgen María” en la sección undécima del puerto marplatense desnuda a una administración portuaria que no ha tenido entre sus prioridades la seguridad ni las condiciones de trabajo de los más de 20 mil obreros que ingresan todos los días por los accesos portuarios para desempeñar distintas tareas.
Instalar nuevas postas contra incendio y puntos de auxilio en los muelles, o fijar protocolos de hombre al agua son solo buenas intenciones cuando en la práctica nada se cumple. El petitorio que los compañeros del obrero fallecido le trasladaron a las autoridades es un resumen de sentido común, que en el puerto, es el menos común de los sentidos.
Que haya varias zonas cardio protegidas distribuidas en los muelles. Que le quiten los candados a los nichos donde están los aros salvavidas. Que identifiquen los botones y coloquen un explicativo sobre los puntos de auxilio. Que se mejoren los pasos de barco a barco con una planchada corta como la que tienen los buques de la Armada…
Una vida se podría haber salvado si hubiese verdaderas intenciones de protegerlas. Todo lo demás es cartón pintado. Discursos de ocasión, congoja circunstancial y presencia de apuro. Monteros tenía 31 años y una familia que lo llora y todavía se pregunta cómo es posible que haya perdido la vida donde fue a ganarse el pan.
Ninguna de estas soluciones las propuso Juan Speroni en la nota radial que brindó a LU6 Radio Atlántica el lunes por la mañana. El Secretario General del SAON lamentó la tragedia y aseguró que habían fallado todos los protocolos de seguridad. Ni una sola mención a Solimeno, dueño de los barcos que Monteros intentó cruzar, el responsable de no tener una planchada corta, como tienen los barcos de la Armada.
El rescate de Monteros del espejo portuario dejó también en evidencia que el gomón de Prefectura no contó con el plumín para rescatar al trabajador del agua. Según testigos, los prefectos deambularon con el cuerpo intentando subirlo a bordo desde la proa hacia la popa de los barcos amarrados en la zona sin que ninguno de los cuatro tripulantes quisiera mojarse en la maniobra de rescate.
La muerte del obrero naval también dejó a la luz la interna que vive el propio sindicato. Conocida la tragedia, desde la conducción del SAON convocaron a una jornada de duelo para el sábado. Desde la opositora Agrupación Azul y Blanca se manifestaron desde temprano de ese día frente a la Terminal 2 y 3 y bloquearon por unas horas el acceso. Desde el gremio no avalaron la medida. Eran 20 personas. La solidaridad del movimiento obrero portuario por la muerte de un compañero, en su máxima expresión.
Los trabajadores también pidieron contar con la ambulancia en la zona certificada bajo el código PBIP: en la puerta de acceso a las Terminales 2 y 3.
En el caso de Monteros la ambulancia demoró media hora, según contaron otros obreros que estaban a bordo del “Virgen María” cuando cayó al agua. Nadie ha explicado por qué tanta demora. Otros advirtieron algo más grave: que en realidad es una fachada. No está equipada para atender una emergencia ni cuenta con un médico a bordo.
En el caso de Pedro Ovejero, estibador de Hipocoop, quien se vino abajo desde arriba del buque de contenedores “Arsos”, golpeó contra el muelle y cayó al agua, dos días antes de la muerte de Monteros, la ambulancia tardó 5 minutos. No es poco para los 500 metros que separan la central de la sección octava en el muelle de ultramar.
En el servicio logístico son pocos los que trabajan con arneses en la altura de la cubierta del buque. Entre los estibadores que naturalizan los riesgos y la ausencia de controles oficiales que dispongan multas, el combo es catastrófico.
La ambulancia, o su fachada, se estaciona a metros del acceso al Anamora y de la banquina chica, un punto intermedio entre la zona turística y zona operativa. Lo ideal sería que haya más asistencia pero hasta que no murió un estibador electrocutado en la bodega de un congelador de Solimeno en el 2017, ni siquiera había una.
Los controles en el muelle están a cargo de los miembros de Prefectura pero es el Consorcio Portuario quien debe arbitrar todas las medidas y hacer que se cumplan. Claro que también hay responsabilidades de los propios trabajadores. Uno de los requisitos para obtener la habilitación para ingresar a la zona operativa es cumplir con cursos sobre primeros auxilios y seguridad e higiene.
La muerte de Monteros opacó la visita de los auditores de la Armada al varadero de la Base Naval para constatar el plan de obras que desarrolló el Consorcio Portuario para que puedan desguazarse los barcos inactivos del muelle 2.
El pedido de mayores detalles técnicos sobre el sistema que pondrá los cascos en seco, a esta altura parece una excusa de la Armada para seguir ganando tiempo. Para qué lo quiere, no esta muy claro pero no parece difícil adivinarlo.
Las heridas con Merlini como cara visible de un gobierno que les mochó áreas operativas en la Escollera Norte, no parecen haber cicatrizado. Más allá que el Presidente del Consorcio destacó, tras la auditoría, la “excelente predisposición” de la fuerza para habilitar el varadero para iniciar el desguace, la relación nunca fue la mejor.
Gabriel Attis, comandante del Área Naval Atlántica, sabe que Merlini fue a golpear la puerta de Villán, el jefe de la Armada, para que habiliten el varadero y poder comenzar con las tareas. Ya hay una docena de barcos listos para convertirse en chatarra y revestir de realidad un anuncio que Merlini formuló hace más de dos años. Recuperar metros operativos de la sección 4ta del muelle 2.
Pero en la Base tienen la paciencia que le falta a Merlini. Son marinos pero también políticos, y como tales, especulan con los nuevos vientos que soplan en la Provincia de Buenos Aires. Y se hacen una simple pregunta: por qué entregarle el varadero a un funcionario que solo se sostiene en el cargo porque todavía no llegó su reemplazante