Resulta curioso que los esfuerzos que hace el Ministerio de Agroindustria para sostener los pocos pilares que se mantienen en pie de la industria conservera en Mar del Plata sean dinamitados por dependencias del propio gobierno provincial.
El Campagnola gate, con suspensiones y reducción horaria por 2 meses para 200 trabajadores en la planta que el Grupo Arcor tiene sobre Avenida Edison y Ayolas, nació en una filtración de la Delegación local del Ministerio de Trabajo que conduce Tato Serebrinsky, a partir de un borrador que negociaba la empresa con el gremio del pescado y se firma por estas horas.
La Provincia avanza con un plan para comprar producción a las empresas locales a razón de 35 millones de pesos para cada una. Esperan esa bocanada de oxígeno Natusur, Puglisi, Marbella y Veraz. Son las que todavía no bajaron la persiana además de La Campagnola, que no participa del programa.
Todavía no está definido si la compra será por adjudicación o licitación. Las conservas made in Mar del Plata tendrán como destino comedores escolares, centros comunitarios y la cocina de merenderos y hospitales a los que la Provincia asiste directa o indirectamente.
En medio de este proceso de acercamiento y asistencia a la industria, desde el área de Trabajo reportan una situación de crisis que generó inquietud, principalmente entre los propios trabajadores y malestar en el gremio, con datos inexactos.
No son 60 días, sino 45 los que la empresa estará inactiva. No eran 200 trabajadores afectados, sino 102. No había reducción horaria que implicaba una baja de ingresos sino lo contrario: aumento de la garantía.
La situación de La Campagnola no es diferente a la que atraviesan sus colegas. Caída de ventas en el mercado interno, asfixiante presión impositiva y un depósito que se vacía a pasos de tortuga. Para colmo solo rellenan latas de atún importado, no suman producción con caballa o anchoíta como sus colegas.
El documento que desde Recursos Humanos le enviaron al Ministerio para rubricar con el SOIP, sí figuraba una palabra clave: “Suspensión”. El término, promovido desde la propia cartera laboral, sirvió para encender las alarmas y provocar algunos gritos.
Ex diputado nacional por el radicalismo, Serebrinsky acalló las críticas a la gestión Arroyo cuando su correligionario, Maxi Abad, le encontró un lugar en la Delegación desde donde sigue jugando a la política.
Quienes escucharon la conversación telefónica que el lunes a la mañana, en el primer piso de la Obra Social, mantuvo Cristina Ledesma con el representante del Ministerio, aseguran que hacía mucho que la Secretaria General del SOIP no gritaba tanto. “Estaba furiosa”, confiesa una allegada.
Ledesma pedía explicaciones por la nota con datos imprecisos que encabezaba el portal 0223. El Delegado reconoció que lo habían llamado y se tapó de excusas. “(Tato) Es o se hace”, se preguntaban en la sede gremial de 12 de Octubre.
Entre el 1 de mayo y 15 de junio la planta de La Campagnola estará inactiva. Suspendidas todas las actividades productivas, negociaban con el sindicato una mejora del garantizado para esos 45 días.
“Una suspensión implica una reducción salarial. Acá le van a pagar hasta un 30% más a los compañeros según la categoría”, aclaraban en el gremio. En el listado que acompaña el borrador del acuerdo figuran los nuevos montos de la garantía: entre 22 y 30 mil pesos según funciones.
La duda emerge de manera natural: hasta cuándo una empresa, aunque la respalde una multinacional como Arcor, puede sobrevivir pagando salarios sin producir y con costos laborales más altos. Se verá después del 15 de junio. Por lo pronto sigue importando atún de Ecuador.
Por ahora la empresa no piensa en reducir aún más la plantilla de personal. Ya lo hizo el año pasado cuando terminó de desprenderse de los temporarios y combinó indemnizaciones antes de que comiencen a trabajar. El primer grupo se había desvinculado a fines del 2017. Ahora solo quedan los efectivos.
Trabajadores que escucharon a Julia Maggi, una de las interlocutoras de La Campagnola con el sindicato, reportaron su seguridad porque la empresa no cerrará sus puertas a diferencia de lo que ocurrió en San Martin Mendoza.
En tierras cuyanas procesaba durazno, choclo, arvejas y el mix de jardinera. La situación es tan crítica como acá con algunos elementos adicionales. Arcor financiaba a los productores locales para acceder a la materia prima pero la caída de las ventas y problemas ambientales generados por su localización en medio del centro urbano, apuraron el cierre.
“Acá no van a cerrar”, dicen que dicen en La Campagnola… aunque si el contexto del sector no cambia, el anticipo se parecerá más bien a una expresión de deseos.