La reprobación de color rojo por parte de la certificadora estadounidense Seafood Watch a la pesquería de langostino patagónico esta semana puso en evidencia lo que todos en la pesca nacional saben pero pasan por alto mientras tratan de colar algún permiso más que aumente el esfuerzo pesquero sobre el marisco.
Que no hay plan de manejo sustentable sobre el principal recurso del mar argentino. Que las reformas introducidas este año solo fueron maquillaje para camuflar al tangonero “José Américo”, que la cuota social para conformar a Chubut y Santa Cruz y de paso levanten la mano, genera un riesgo biológico a perpetuidad. Que Buenos Aires la próxima temporada buscará ingresar por esa misma puerta que dejaron abierta.
“Se captura en los niveles máximos aconsejables y sus administradores recomiendan mantener en aumento la presión pesquera actual”, dice uno de los párrafos más elocuentes de la evaluación de la certificadora.
Nadie piensa en el langostino. Lo hemos venido diciendo desde esta columna, aunque obvio que el bochazo lanzado desde el Norte hace más ruido y deja en evidencia que no hay plan. Que el rey está desnudo. Que la certificación de la pesquería, más que necesaria, se torna urgente para poder avanzar en el casillero y contrarrestar este retroceso.
Por estas horas Juan Manuel Bosch esta mas enojado con el mensajero –Revista Puerto divulgó la noticia a comienzos de semana- que con el mensaje. Cuentan que ayer, todos los intentos de Oscar Fortunato por quitarle relevancia a la certificadora fueron en vano. El Subsecretario de Pesca seguía brotado.
Ante la evidencia del rojo, tal vez los administrados comprendan la necesidad de acercar posiciones y lograr puntos de consenso con sus pares cuando las consecuencias de la mala calificación se sienta en los pedidos de compra y en las góndolas de sus clientes.
En un mediano plazo esta mala nota puede hacer bajar la demanda por un producto salvaje y austral pero también sobreexplotado por malas decisiones de los que se enojan ahora pero deberían protegerlo y sin un plan de manejo acordado por todas las partes, capaz de garantizar su continuidad en el tiempo.
Luego de borrar todos los vestigios de la Resolucion 1113/88, que era antigua y vieja pero determinaba claramente quién podía y quién no podía pescar langostino, en los últimos meses brotaron casi una docena de alternativas que solo contribuyeron o contribuirán al aumento desmedido del esfuerzo pesquero.
A las mencionadas cuotas sociales patagónicas (hay que incluir Río Negro) y Buenos Aires, más el variado costero patagónico que solo levanta langostino en aguas provinciales de Chubut y ahora busca entrar a Nación. No es en lo único que está presionando dicha flota: se preparan para blanquear la bodega de la flota costera.
Qué decir del impacto que tendría en la pesquería los fresqueros y congeladores que revivieron permisos y conservaron el carácter de “irrestrictos”. Si hay un término a contramano de la sustentabilidad es ese. El “Acrux” fue el primero y se alistan otra media docena. Los congeladores no pierden pisada y quieren el mismo trato. Barcos con menos de 40 metros de eslora de arqueo para hacer congelado a bordo ya golpean las puertas al paraíso. «Santa Bárbara», «Don Cayetano», «Graciela» y siguen las firmas.
En otro cachetazo a la política (?) de Bosch, Seafood Watch recomienda evitar el consumo de langostino. Acá algunos pueden relativizar las consideraciones de la certificadora y la manera en que alimentó su banco de datos para elaborar el informe, pero las grandes cadenas de supermercados hace caso a sus recomendaciones.
Mientras algunos subrayan el crecimiento anual de las descargas del marisco como un hecho positivo en sí mismo, los consumidores prestan más atención al contexto. Una mala nota como esta puede anestesiar la demanda, ya encandilada por el bajo precio del langostino de cultivo.
Mientras desde afuera marcan los desaciertos de una gestión pesquera que parece decirle que no a nada, o si a todo, como prefieran, la foto que circuló en las últimas horas de las reformas en el casco del Rasmus Effersoe, el buque de Solimeno, en dique seco, para poder entrar en la pesquería el año próximo por la puerta que dejó abierta el “José Américo”, hilvana el dictamen con la realidad en la que brillan por su ausencia las medidas restrictivas y precautorias.
Un presente donde todos quieren entrar, nadie asoma dispuesto a salir mientras el marisco queda en rojo e indefenso.