Sería como la lista de Sampaoli, pero al revés. No están para jugar un mundial pero si estuviesen en condiciones, podrían generar el trabajo que todos los sectores sindicales ruegan cada vez que hay un micrófono abierto o como hicieron el martes, en la cara del subsecretario de Pesca, Juan Bosch.
Son barcos que lejos de moverse y lucir con los certificados vigentes para salir a pescar, por distintos motivos están amurados al muelle; “macetas flotantes”, se quejan en el Consorcio, porque ocupan lugares vitales en zonas productivas.
Algunos están en plan de reparaciones en modo tortuga, otros directamente abandonados, y hasta fuera del agua, en proceso de desguace. La pesca fresquera ha dejado de ser rentable y las cifras así lo demuestran: por dos años consecutivos la flota congeladora declaró pescar más merluza que la fresquera en Mar del Plata. 120 mil contra 110 mil toneladas. Y sin contar las nototemerluzas que pescaba Solimeno.
Esto fue posible gracias a que Bosch y el Consejo Federal Pesquero redistribuyeran la cuota de merluza que estos barcos devolvieron en los últimos años sin respetar el origen y permitieron que termine entre barcos congeladores.
Como quedó demostrado con el caso de Tony y las nototenias, los controles de dicha flota son más que laxos, el rendimiento de las máquinas fileteadoras automáticas son la envidia de cualquier cirujano, nadie falta, nadie para la producción por pescado chico ni hace un piquete con quema de gomas. Son fábricas flotantes que producen las 24 horas.
Con un daño adicional. La mayor participación en las capturas y procesamiento de merluza en alta mar generó una sobreoferta de filet congelado a bordo que desplazó al filet procesado en tierra.
Entre los barcos fresqueros inactivos esta “El Marisco II”, “San Jorge Martir”, “Don Luciano”, “Santa Bárbara” o el “Ur Ertza”, cuyas bodegas pueden guardar más de 7 mil cajones de merluza. El “Galemar”, el “Santa Angela”, “San Juan 1º”, o el “Pedrito”, que oriilan los 6 mil cajones. Todos parados.
La lista que ayer a la mañana repasaban en el Centro de Contrataciones, frente a Prefectura, donde se reúnen los estibadores eventuales, era más nutrida e incluía barcos desde los 3 mil cajones. Aparecen ahí el “Franco”, “Karina” y “Cabo Tres Puntas”.
“Si todos estos barcos estuviesen pescando, con la rueda de cada marea podríamos descargar y armar más de 150 mil cajones”, confió un estibador que no sabía si incluir o quitar los tres fresqueros que Solimeno le compró a Grinfin, que operaba para los uruguayos de Fripur. En realidad procesa a bordo H&G (sin cola ni cabeza) con un sistema de frío especial.
Son el “Rasmus Efersoe” y el “Polarborg III”, que suman otros 13 mil cajones y operaban desde San Antonio Este. Entre los dos tienen casi 8 mil toneladas de cuota de merluza que posiblemente haya pasado a los congeladores. Solimeno los compró para entrar por la ventana al langostino. El “Rasmus” es el “José Américo” de Tony. Espera su turno en la Escollera Norte.
La cuenta es sencilla. A 40 pesos por cada cajón que se descarga y luego subir vacío para la siguiente marea son 6 millones de pesos por marea que dejan de percibir los trabajadores. La mayoría de los estibadores son socios de cooperativas por lo que, se presume, que el dinero se reparte al separar los gastos.
Carlos Mezzamico, el secretario General del SUPA, ya desconoció a los eventuales que se sentaron en la mesa de Bosch como interlocutores válidos del sector. Podría recorrer los muelles y en vez de pedir que no se vayan los barcos operativos, se pongan en marcha los que flotan for ever.
Para los obreros del pescado que también reclaman por mayor nivel de actividad en las plantas de procesamiento la cuenta es parecida. Los más de cinco millones de kilos de merluza en cada vuelta de estos barcos permitirían despabilar un ritmo de trabajo dormido.
Claro que no es tan sencillo. Con el combustible libre de la tasa para autopistas, el precio de filet interfoliado por arriba de los 3 mil dólares y Brasil comenzando a demandar más merluza, casi nadie se anima a generar más trabajo en tierra. Los dueños de buques congeladores se frotan las manos.
Pero si los apellidos ilustres como Moscuzza, Solimeno y Valastro, se han retirado del negocio fresco y se concentran en el congelado, los que vienen atrás disponen de menos paciencia y espalda para enfrentar un sistema laboral que no se actualiza desde hace más de 40 años.
Bosch, como responsable de la política pesquera de los últimos 30 meses, pocas respuestas podrá darles a los sindicatos cuando pidan por la reactivación de esta flota inactiva.
El Subsecretario es responsable de pintar con inactividad la postal portuaria.