La comunidad pesquera y portuaria ya se hizo a la idea que hasta el 31 de marzo es muy posible que la industria seguirá dentro de un paréntesis de inactividad promovido por los gremios marítimos que primero pidieron un protocolo para prevenir contagios del coronavirus y terminaron cambiando el eje, reclamando condiciones salariales y haciendo foco en problemas más estructurales que sanitarios.
Que hay buques con un solo baño para ocho tripulantes, que muchos duermen amontonados en el sollado, que en otros las condiciones de habitabilidad son igual de precarias, que es imposible mantener distancia entre tripulantes en las maniobras de pesca y en el trabajo en planta, argumentan desde el SOMU, SIMAPE, SICONARA y Centro de Patrones.
El día que la flota recupere operatividad, antes del 31 o después, el virus seguirá siendo una amenaza para todos. Uno de los escenarios que prevé el gobierno es tener 250 mil contagios en el mes de junio. Y todas estas objeciones y planteos que hoy hacen los sindicados seguirán existiendo a bordo.
Pero seguramente tengan otras excusas que exhibir para liberar la flota. Entre los tripulantes se combina necesidad e impaciencia por salir a pescar junto con el temor al contagio. Otros tienen mayores urgencias, como los cientos de relevos que presionan al SIMAPE y al SOMU para que se despabilen y reclamen por un subsidio para atravesar este período de parálisis.
Si no fuera tan patético, lo de Jorge Frías daría para un poco de ternura, un poco nomas, como para alimentar un ego sediento de protagonismo. Luego de no haber participado en ninguna de las negociaciones que encabezaron los marineros, patrones y conductores navales, ayer salió con un comunicado en que anunció un acuerdo de protocolo sanitario con las cámaras armadoras, como un aporte al gobierno nacional para la continuidad de la actividad pesquera. «No sabemos nada», contó un dirigente armatorial consultado.
Ya no sabe qué hacer Frías para llamar la atención en el radar de Carlos Liberman y de ese modo conseguir un puesto irrelevante en la estructura de la Subsecretaría de Pesca .
Alcanzaría con no avalar ni promover aportes en negro, fuera del recibo de sueldo de los oficiales para evadir Ganancias. Con esa contribución el Secretario General de la Asociación de Capitanes ya estaría haciendo su aporte superlativo a la gestión Fernández con cuentas fiscales en rojo. Ni que decir si persuade a los capitanes a utilizar artes selectivas y no tirar pescado al agua. Ya sería heroico.
Del protocolo en que “coincidieron” con los armadores no se conoce una letra. Pero no hace falta buscarla. En principio no tiene el respaldo ni del SOMU ni de SICONARA.
El SIMAPE le presta apoyo, tal vez por la presión que ejercen los relevos en las últimas horas. Frías desprecia a los marineros; los trató de drogadictos hace poco. Cree pertenecer a una raza superior. Pero si los tiene como vagón de cola, le sirven. Y Trueba ya sabemos que es desmemoriado cuando le conviene.
Hoy el Consorcio tiene un protocolo sanitario que perfectamente podría utilizar la flota pesquera. Cuando llega un buque disponen de un equipo de fumigación de todo el barco e incluso las herramientas de la estiba que lo descarga. También disponen de una unidad de aislamiento en casos de desembarcar a alguien con fiebre o algún síntoma compatible con el Covid-19, al que trasladan en ambulancia al HIGA.
Para los barcos que zarpen, la autoridad portuaria estableció un chequeo médico en el que revelan temperatura corporal, presión arterial y capacidad pulmonar. Lo hace un médico de la clínica San Cayetano, contratado por el propio Consorcio.
“Merlini después de 23 días puso gente contratada a tomar la temperatura a los que entran al puerto, pero los inspectores que son.los únicos del Consorcio que trabajan, siguen sin guantes de látex ni barbijo”, refuta un inspector de las acciones del todavía Presidente del Consorcio.
Ahora será difícil hacer estas evaluaciones médicas a los tripulantes cuando hay más de 150 barcos amarrados y el día que el semáforo se ponga en verde, querrán salir ayer. Pero era un control perfectamente aplicable con la dinámica habitual del puerto, donde salen no más de media docena de buques por día. Y si era necesario coordinar las zarpadas para un control más riguroso, nadie hubiese tenido quejas.
Ya imagino el escenario de la reanudación.., lista de espera rigurosa para el monitoreo sanitario y una caja paralela alimentada por los armadores más apurados.
Eso mismo parecieron las restricciones que el viernes dispuso Aduana para operar la carga exportable. Habló de subir solo las cargas “impostergables o que no resulte posible su acopio”. Por suerte el lunes lo derogó y habilitó una operatoria con personal reducido y con los recaudos obvios para prevenir el contagio del virus. Habrá carga de contenedores. Los empresarios esperan que el gobierno libere la liquidación de las exportaciones ya consumadas, a riesgo de cortarse la cadena de pagos.
El aislamiento social obligatorio dispuesto por el Decreto 287 finaliza el 31 de marzo. Hasta esa fecha los gremios marítimos estarán preocupados por la salud de los trabajadores y Frías vendiendo humo en sus medios amigos. Pero es muy posible que el aislamiento prosiga y se menciona como fecha extrema el 13 de abril.
A esa altura, los armadores que hoy lucen entre hartos y comprensibles con el contexto crítico que desató el virus, tendrán, como los relevos, mayores urgencias. Ese día esta previsto que comience la prospección de langostino en el área norte de la veda: el recuentro de la flota marplatense con el marisco que tantas satisfacciones les ha dado en los últimos cinco años.
Cómo sobrevivirá la cadena fresquera sin materia prima para procesar hasta que la flota complete la marea luego de reanudar actividades, es un misterio tan grande como la suerte de los relevos o los obreros sin garantía.
El pescado fresco se termina por estas horas cuando Moscuzza termine de descargar al José Marcelo, que lo tiene a merluza fresca, con cupo del Don Luciano, y el Sirius de Di Leva. Todavía la parálisis no es total entre los frigoríficos y las fasoneras porque varios compraron cajones que descargaron durante el fin de semana y dejaron pasar los dos días del feriado dentro de la cuarentena.
Desde el gobierno nacional también llaman a las cúpulas sindicales nacionales para destrabar la zarpadas de la flota. Al cierre de esta columna algún gremio que se oponía al protocolo de Capitanes ya lo estaba viendo con flores y dulces aromas. Entre los armadores miran la batalla de egos, alejados.
Más allá de los apuros, sería raro que la situación se destrabe antes del 31. Después todo es posible. Pero sostener a las empresas que mantienen a los obreros registrados y a los trabajadores precarizados que se quedarán sin ingresos y fuera de la asistencia de 10 mil pesos porque ni siquiera son monotributistas, debería estar en la agenda de prioridades. La industria pesquera es esencial pero la principal flota del país lleva 10 días de inactividad y nadie parece muy preocupado. Salvo Frías, bueno.
Por estas horas todos piden auxilio. Las cámaras empresarias solicitan exenciones y licencias para el pago de obligaciones impositivas. Los gremios no dejan de llamar para solicitar subsidios y bolsones de comida. En el SOIP ya están acostumbrados. El año pasado llegaron a distribuir más de 500 en un solo mes.
En la medida que esa asistencia no llegue comenzarán a producirse conflictos que elevarán la tensión en las calles del puerto y podrían generar un estallido. Si la gente no sale a reclamar hoy en día es porque esta en cuarentena. Debería haber respuestas antes que se termine el aislamiento.
Es claro que todos los ojos oficiales están mirando la evolución de contagiados por el virus pero es indispensable que algunos sostengan la vista en esta cadena productiva que esta a punto de paralizarse. Que nadie sabe hasta cuándo se prolongará y qué cantidad de víctimas dejará en el camino.