Se siente agobiado. Incómodo. Nervioso. Agotado. Los últimos días de Martin Merlini en el puerto no han sido fáciles y piensa en una salida anticipada. Así lo dejó trascender esta semana su hermano, Sergio, en la Agencia Marítima que manejan, a un par de clientes.
Cuando ya comenzaron a llegar las invitaciones para renovar el Directorio, el mandato de los actuales miembros del cuerpo asesor vence el mes que viene, el Presidente del Consorcio piensa en una salida anticipada, un escape para recuperar energía y calma. Tal vez pensar en una candidatura para el 2019.
El abandono del barco no tiene como origen la demora en la confección del pliego de licitación del predio de los silos. Hace un año le prometió al presidente Macri que el proceso estaría encaminado para fin de año. Del pasado.
Por ahora solo tiene el proyecto elaborado por el asesor externo al que le pagó 540 mil pesos y que establece la definición de un “área exclusiva que incluye al tercer espigón y la concesión de dicha área a un operador privado para su puesta en marcha como terminal portuaria”.
Así al menos dice el Plan al que tuve acceso, en la página 16 de la introducción de la Descripción del Proyecto, que no solo incluye los silos sino también la manzana de los circos.
Pero Merlini ya avisó ante el Directorio que no esta de acuerdo con esa visión y desea que el frente de amarre del muelle 3 siga en poder del Consorcio como hasta ahora. Una manera de transitar la ancha avenida del medio ante la presión de los armadores de quedarse sin espacio. O no entregarlo a TC2.
La visión de la autoridad portuaria espanta cualquier inversor interesado en desarrollar la Terminal Multipropósito de Ultramar, como definió el ingeniero Juan Larrague, autor del Plan encargado por Merlini por contratación directa, y condena la licitación al fracaso del que Merlini parece no poder despegarse.
Pero los problemas que le quitan el sueño al Presidente del Consorcio son otros, aunque curiosamente tengan como protagonistas a los mismos actores que se disputan el predio de los silos y que por distintos motivos, coincidan en la necesidad de contar con el muelle 3.
El fuerte incremento en el costo del servicio que aplicaron las empresas de estibaje, un 78% en lo que va del año, generaron una rebelión interna en el puerto. Los armadores acusaron a las cooperativas de cartelizarse y en posición oligopólica establecer un precio unificado.
“No nos dan los números, afrontamos juicios de algunos eventuales que no trabajan y el Consorcio les permite seguir trabajando y que les hagan juicio a otras cooperativas”, dicen desde las ESPES.
Los armadores dicen no poder pagar el aumento y denunciaron la violación a la Ley de libre competencia. Le pidieron a Merlini que asuma por una vez su rol de autoridad portuaria y ponga en caja el descontrol que reina en la estiba. Del otro lado también le piden que actúe para terminar con los abusos.
Ayer los referentes de las cámaras de las empresas de estiba lo plantaron a Merlini, quien se tuvo que aguantar el mal humor de José Moscuzza. “Pototo” tenía 10 mil cajones de pescado fresco en bodega y se negaba a pagar los $46 por cajón, la nueva tarifa comunicada por Alberto Ovejero, el presidente de Hipocoop, la cooperativa más grande que opera en los muelles.
“Ya abrís el registro. Ya…” le gritó Moscuzza a Merlini con su habitual cordialidad de barrabrava. Los armadores piden que se puedan crear nuevas empresas para competir con las ya existentes, combinar el precio de manera bilateral o cambiar de empresa cuando encuentren una más eficiente.
La sangre no llegó al río. Lo confirmó Carlos Mezzamico, que mira de afuera la pelea. “Los barcos se van a descargar pero no sé en qué términos”, dijo el dirigente del SUPA. “Pototo” y “Chamusca” se juntarán este jueves para definir la tarifa.
De las 18 cooperativas habilitadas, varias están muy flojas de papeles y no cumplen con la Resolución 220/2009 que exige que cada empresa trabaje con sus propias herramientas. Merlini ayer se comprometió a abrir el registro y generar competencia.
Pero si el Presidente del Consorcio, como ninguna de las autoridades anteriores, vale aclararlo, movió un dedo en los 30 meses que lleva de gestión, para hacerla cumplir. Porque Merlini les teme a los estibadores que representan Ovejero, Sepúlveda y Rosa. El último cortocircuito, apenas asumido, terminó con el edificio del consorcio tomado y bloqueado por las herramientas de trabajo.
Con el directorio fracturado por su intervención al proyecto del pliego de los silos, es difícil que la iniciativa se apruebe por unanimidad, como pretende; manchado por los barros no contaminados del dragado por el que despilfarró más de 15 millones de pesos; lleva gastados más de 130 millones de pesos en el dragado y el puerto operativo 24 horas sigue siendo parte del relato; jaqueado por armadores para que sume más competencia y erosione el poder actual que tiene la estiba; presionado por las cooperativas para que acepte las condiciones de la tarifa que aplicaron y mantenga la 220 como un dibujo…
Merlini evalúa todos los frentes de pelea abiertos y lo único que se le ocurre es en bajarse del barco.