Desde la llegada de Oscar Fortunato al Consejo Federal Pesquero como representante del Poder Ejecutivo, es decir de todos nosotros en teoría, aunque en la práctica, solo de los empresarios José Moscuzza, Antonio Solimeno y Alberto Valastro, la política sectorial se concentró en los intereses de sus patrones.
Cómo es que este ex funcionario del gobierno de Felipe Sola en la Subsecretaría de Actividades Pesqueras de la Provincia de Buenos Aires, acumula tanto poder desde el sillón del CFP, un cargo ad honorem, es la pregunta que desvela a muchos por estas horas cuando aprecian el avance impetuoso de “Cachito” en el tablero de la pesca nacional.
Los socios del Consejo de Empresas Pesqueras Argentinas (CEPA) fueron aportantes voluntarios a la campaña presidencial del 2015 con un solo objetivo. Adueñarse de las riendas de la pesca. Revestirlo de poder a Fortunato debe ser de las pocas promesas que pudo cumplir Macri.
En tiempos de Tomás Gerpe y Ricardo Negri las autoridades que venían a revisar todo lo que se había hecho mal en los últimos años y terminar con la joda de la subdeclaración de merluza, permitieron que se viole la Ley Federal de Pesca, una y otra vez, sin que nadie se alarme. En ese vale todo, cada uno esperaba, espera, su oportunidad para gozar del beneficio.
En el paraíso de la ilegalidad los administrados pudieron transferir cupos de merluza de fresqueros a congeladores, reconvertir mediante el cambio de operatoria, barcos fresqueros en congeladores para habilitarlos al langostino, justificar hasta casi la eternidad la inactividad de chatarras flotantes sin perder el permiso de pesca y no ponerle límite a otros barcos que entraron al langostino. El último fue el “Acrux”, que reemplaza al Judith I, y arrastra su permiso “irrestricto” para el marisco.
El ascenso de Bosch a la Subsecretaría permitió que las influencias de Fortunato florezcan como el plan de manejo para el langostino que permitió el blanqueo del “José Américo”, el tangonero fuera de toda norma que Moscuzza trajo de Vigo y en tiempo récord logró su habilitación para zambullirse en aguas nacionales.
Antes del permiso del “José Américo” Bosch tenía los expedientes de casi una docena de pedidos de reformulaciones para abrir las puertas del paraíso que regala el Oro rojo. Cada uno fue perfectamente cajoneado hasta que los fórceps de la Disposición 7 parieran al “José Américo” de modo de acallar cuestionamientos que el resto de las cámaras hacen cuando se apagan los grabadores.
La sugerencia de Bosch al ministro Etchevehere para que Fernando Georgiadis sea el hombre elegido para reemplazar a Otto Wöholer en la Dirección del INIDEP va en sintonía con el valor estratégico que la actual gestión le otorga a la sustentabiidad de los recursos pesqueros. Ninguno.
La candidatura de este abogado con un pasado nefasto en dos versiones, ´90 y siglo XXI por el INIDEP, responde a un pedido de Oscar Fortunato, el hombre que maneja los hilos en la Subsecretaría como un eximio titiritero. Bosch no hace más que transmitir el mensaje al Ministro. La alarma ya está encendida en la Escollera Norte y abrió una grieta entre los gremios que apoyan el cambio y el personal administrativo y técnico, que vislumbran la llegada de una noche oscura para el organismo.
El empleado de Moscuzza, en funciones dentro del CFP, siempre ha sido crítico del INIDEP. Cree que no debe haber tanta investigación ni criterios precautorios. Nada de capturas máximas permisibles. Los recursos pesqueros están para ser explotarlos y sacarle el mejor provecho posible. Y cuando se terminan, la flota determina una nueva especie objetivo mientras la anterior se recupera. De tanto escucharlos Fortunato se ha mimetizado: encarna la voracidad de los pescadores.
En los últimos años el Instituto le ha dado varios motivos a Fortunato para pensar en su vaciamiento definitivo. Asignación de recursos para barcos de investigación que nunca terminaron de arreglarse, demandas sindicales que perduraron durante más de 36 meses, sabotajes, robos de combustible y víveres de los mismos buques son apenas anécdotas en relación a la información científica que se dejó de recabar, series históricas de datos que se interrumpieron, recursos que dejaron de evaluarse al no poderse cumplir con el plan de campañas.
Lo poco que queda en pie en un INIDEP que amplió sus instalaciones edilicias pero no puede mantener operativos 3 de sus 4 barcos de investigación, y el nuevo lo debe manejar personal de Prefectura por temor a represalias del SIMAPE, se sostiene en el personal científico y técnico que no puede desarrollarse sin barcos activos.
Eso viene a pulverizar Georgiadis con mandato del exterminador Fortunato. Es lo que pasa en el Centro Regional Buenos Aires Sur de SENASA del puerto. El achique de personal y el traslado del Laboratorio para análisis de productos pesqueros a Chivilcoy va en esa sintonía.
Es el peor regreso a los años ´90 donde el menemismo autorizó triangulaciones de permisos de pesca que permitieron que lanchas amarillas se transformaran en barcos congeladores. Los mismos apellidos ilustres que hoy emplean a Fortunato entre los más favorecidos por la maniobra.
Georgiadis como interventor del INIDEP emitió estudios de factibilidad que permitieron el sobredimensionamiento del esfuerzo pesquero sobre la merluza hubbsi. La flota por esos años llegó a pescar más de un millón de toneladas que pusieron a la hubbsi en riesgo de colapso. Como le gusta a Fortunato, el gran titiritero.