De acuerdo a cifras que manejan en la Subsecretaría de Pesca el consumo de pescado en Argentina acompañó el descenso que registraron todas las carnes el año pasado cuando alcanzaron los 109,5 kilos per cápita. La cifra incluye la ingesta de carnes de vaca, cerdo y pollo.
De acuerdo a un estudio elaborado por la consultora Ecolatina, el número marcó una caída del 5,3% en relación al 2018, cuando se consumieron 115,6 kilos. Fue el promedio más bajo de los últimos 7 años. La carne que registró la mayor merma fue la bobina y cayó a casi 52 kilos por persona.
Pese a tener un litoral marítimo de miles de kilómetros, ríos con variada riqueza ictícola, los argentinos siempre miramos más hacia la llanura pampeana que hacia el otro lado, la pampa azul. El consumo de pescados, moluscos y mariscos esta muy lejos de los otros tipos de carne. No hay costumbre y pocos incentivos a incluirla en la dieta
De acuerdo a un relevamiento elaborado por FAO en el 2016, se determinó que Argentina tenía un consumo aparente de 4,8 kilos per cápita. Es el dato más certero. Después hay otro, divulgado por IES Consultores que refiere que en el 2018 se consumieron 7,9 kilos por persona, unas 346 mil toneladas de productos pesqueros. Una cifra incompatible con otra realidad. La pesca exporta el 95% de lo que descarga y produce. Y ese año se desembarcaron unas 800 mil toneladas. Imposible que todo lo demás sea importado.
El último registro del que tengo memoria se remonta al 2013. Desde de la Dirección de Planificación y Gestión de Pesquerías de Pesca Nación refirieron que el consumo fue de 9 kilos por persona por año.
No podemos imaginar que en los últimos tres años, donde cayeron todas las variables y aumentó la pobreza, el consumo de pescado se haya recuperado. Pero es muy posible que la vara siga cayendo.
La caída en el consumo se agudizará en esta próxima Semana Santa, donde los consumidores casi no tendrán opción de comprar pescado fresco en ninguna góndola de supermercado, mayoristas y ni siquiera pescaderías.
No hay pescado fresco básicamente porque la flota fresquera en Mar del Plata hace más de tres semanas que se mantiene amarrada a muelle y no entrega materia prima a las plantas y frigoríficos, donde el pescado entero llega convertido en filet para el consumo minorista.
“Menos mal que no hay pescado fresco. Tendríamos un serio problema para contener la presión de los barcos por el precio y del otro lado la poca demanda de nuestros clientes”, dice un fasonero que en los últimos días sólo hizo 100 cajones de pez gallo que llegó de San Antonio Oeste. “De todos los clientes que tenía en el interior, solo dos me piden pescado”, reconoce.
Cuando todavía había pescado fresco en el circuito, recorrer algunas rutas argentinas en el comienzo de la pandemia ha sido un calvario para frigoríficos que se dedican al mercado interno. Lo poco que encontrarán en el mercado habrá llegado desde del sur, principalmente de Caleta Paula, Comodoro Rivadavia y también San Antonio.
Es usual que llegue merluza a Mar del Plata desde la patagonia. Muchas veces viene como HG, (sin cola y sin cabeza) y aca es reprocesada . En este caso ya vino convertida en filet y quien la compró oficia de pasa manos hacia sus canales de distribución.
El kilo de merluza fresca colocado en la puerta del frigorífico tenía, antes de la discontinuidad de la flota, un precio que oscilaba en los 200 pesos por kilo. En algunas pescaderías promocionaban el “filet fresco” llegado del sur, con servicio de delivery, en 350 por kilo.
La reducción a su mínima expresión del mercado interno, con bares, restaurantes y hoteles cerrados que generaban una cuota del consumo, y el freno a las exportaciones explican porqué la flota en Mar del Plata sale en cuenta gotas más allá del protocolo sanitario aprobado.
Desde que se liberó la zarpada los barcos fresqueros que salieron a pescar merluza completan un papi en cancha grande. “Mellino VI”, “Virgen María”, “Santa Bárbara”, Ribazón Inés”, “Don Natalio”, “Promac” y “Andrés Jorge”.
Muchos armadores quieren ver como evoluciona la flota en medio de una emergencia sanitaria. Otros sufren con la falta de personal de Prefectura para terminar con las inspecciones. De los costeros, por ejemplo, no movió ninguno.
Amigo lector, si ve en exhibidores alguna corvina, salmón, chernia o besugo entero, deben saber que es muy probable que lo hayan pescado hace más de dos semanas.
Otros armadores no salen porque temen no tener a quién venderle el pescado en muelle, o venderlo a bajo precio, como pasó antes que se interrumpa la actividad, en que bodegas de 6 mil cajones se fueron vendiendo en cuotas.
“El problema es cuándo lo voy a cobrar”, reconoció un armador ayer por la tarde. “Como esta todo, el día de la escarapela lo cobro”, graficó. Su barco todavía no salió y espera hacerlo la semana próxima para levantar un poco de calamar al norte del 44°S.
Si bien la pesca es una industria esencial la nómina de personal se ha reducido en muchos frigoríficos por estar dentro de la población de riesgo. Y la falta de materia prima contribuye a la parálisis general y que se reduzca aún más. Suman más de 500 los obreros que se quedaron sin empleo en lo que va del año.
Por todos estos motivos es que será una Semana Santa congelada. Y no solo por el bajo consumo que provoca el aislamiento social obligatorio, sino porque la porción mayoritaria de productos de mar que se consumirán serán bajo esa modalidad.
La buena es que como cayeron las exportaciones, las empresas tenían suficiente stock como para hacer frente a la tenue demanda y habrá disponibilidad de merluza, calamar y langostino, entero o cola. El precio por las nubes… esa es otra historia que casi nunca tiene responsables en los primeros eslabones de la cadena.