En el epílogo del año la estadística oficial que reporta la evolución de la actividad pone en números un fenómeno que en la pesca marplatense se ha cristalizado en el último lustro: el traslado de la industria de tierra al mar.
Hasta el 20 de noviembre las descargas de merluza hubbsi al sur del paralelo 41ºS, el principal stock de la pesquería, suman 250 mil toneladas. La flota congeladora aportó casi la mitad de ese total. Declaró desembarcar 122.522 toneladas. En todo el año pasado esta flota había declarado descargar 111 mil toneladas de ese stock. A falta de 40 días, una marea más para casi todos, o computar la que está en desarrollo, ya crecieron un 10% en relación al 2018..
Esta flota se compone de 20 buques/fabricas flotantes que a partir de algunas licencias de la gestión actual ha venido creciendo en su participación en las descargas.
Al revisar los barcos que más merluza descargaron el año pasado aparecen algunas naves insignias de este grupo: el “Luca Mario” declaró 10 mil toneladas y fue seguido muy de cerca por el Ceres, el Verdel, más atrás el Ventarrón, Géminis, “Don Pedro”, Navegantes, Coalsa Segundo, Stella Maris. Todos congeladores.
Bosch y el Consejo Federal Pesquero han permitido que se transfieran cuotas de barcos fresqueros que no pescan merluza a barcos congeladores a partir de reformulaciones y del fondo de reasignación. Y cuando inventaron, cual magos, 10 mil toneladas adicionales para atender cuestiones sociales y dinamizar la actividad en frigoríficos de tierra en Mar del Plata, también se acordaron de los factorías. Casi el 40% de ese regalo la recibieron un grupo de barcos congeladores.
Y si en toda la pesca hay interrogantes entre lo que se declara y lo que realmente se captura, los congeladores son un mundo aparte. Cuentan con un sistema de coeficientes de conversión (relación entre pescado entero que entra a la máquina fileteadora y el producto terminado) muy favorables, por no decir acomodado a dedo para pescar mucho y descontar poco cupo.
Sin entrar en el laberinto de los descartes, convertidos en minced y chorizo, que no descuentan del cupo, aunque algunos meten filetes en los chorizos, para hacerla completa. Cuando no declaran nototenia como Solimeno y traen más merluza sin borrarla del cupo, obvio.
La producción de estos barcos, de excelente calidad, compite con el pescado procesado en tierra a precios absolutamente inferiores, lo cual agudiza la crisis de los frigoríficos que todavía siguen en pie entre las calles del puerto.
La flota congeladora tiene ventajas adicionales a la calidad del producto: no lidian con las paritarias del SOIP ni con el nivel de inasistencia los lunes, luego de un feriado largo.
Tampoco con gastos de traslado de personal, certificados médicos sospechosos para prolongar ausencias, ni accidentología “in itínere” En esta flota la industria del juicio baja sensiblemente y a los marineros los obligan a renunciar después de cada marea para no pagar antigüedad cuando no producen. Amorosos.
Hay otros costos en infraestructura y de servicios que no aparecen a bordo. En un factoría no se necesita cámara de fresco, ni hielo para conservar el pescado. No hay que pagar seguridad ni vigilancia por monitorear las cámaras en los controles de acceso a los frigoríficos.
También tienen menor carga impositiva y tributaria. “De 165 impuestos que afectan a la industria en tierra, a bordo tenés solo 27”, reconocen en el muelle. Tampoco conocen ni a la Provincia con sus guías de tránsito, ni al Municipio con sus tasas ni la voracidad de los inspectores del Departamento Pesca.
Mucho menos al enviado de la Comisaría Tercera. Por el contrario, evitan el robo hormiga en muelle, en la planta de fileteado, en el frigorífico. No hay feriados, medidas de fuerza, ni piquetes. Una productividad que sería la envidia en tierra.
Cuando funcionarios, autoridades, lobbystas e industriales muchas veces se preguntan dónde quedó la industria pesquera ligada al procesamiento de pescado fresco en tierra, habría que mostrarle estas asimetrías entre los dos modelos, hacer un cuadro sinóptico con los costos de uno y otro tipo de modelos de captura y proceso de la materia prima. Y repartirlos junto con las tarjetas personales para ver si puede revertirse.
En este contexto resulta hasta milagroso que todavía existan frigoríficos que corten pescado fresco en tierra. Las actuales autoridades, que llegaron con la promesa de generar trabajos sustentables y de calidad promovieron estas diferencias permitiendo que el modelo congelador siga creciendo al punto que en los dos últimos años en Mar del Plata descargaron más merluza una docena de congeladores que casi una centena de fresqueros.
Este modelo pesquero/congelador atenta contra el mismísimo primer artículo de la Ley Federal de Pesca. La norma refiere “que los recursos pesqueros deberán favorecer el desarrollo de procesos industriales ambientalmente apropiados que promuevan la obtención del máximo valor agregado y el mayor empleo de mano de obra argentina”.
Quien asuma al frente de la Subsecretaría de Pesca (Liberman parece tener las mayores chances de ocupar el sillón de Bosch) debería tener una primera misión prioritaria: cumplir con la ley de modo que se recupere una industria que hoy se mudó al mar.
Foto: Solimeno