Los días previos a la elección de autoridades del Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (SOIP), previstas para este jueves, rompieron la tensa calma que domina la cotidianidad del principal gremio en el puerto marplatense.
Estas últimas horas transcurrieron en medio de denuncias de intento de fraude de la opositora Lista 32 Rojo “Unidad Portuaria”, la cual elevó sus quejas por la falta de oficialización de los padrones del personal efectivo y los temporarios.
Desde el oficialismo rechazaron todas las acusaciones mientras siguieron brindando asistencia alimentaria. Casi todo el que entró a la sede sindical de la calle 12 de Octubre en los últimos días salió con una bolsa negra de consorcio con una docena de productos no perecederos en su interior.
Leonardo Ramírez dice que se endeudó con las tarjetas al igual que su familia directa y alguno más de los que lo acompañan en los cargos directivos, para comprar pintura y manchar de rojo los muros de las arterias principales del puerto.
Cristina Ledesma dice que se quedó sin voz por una gripe; descarta que sea el stress pre electoral y le da instrucciones a cada colaborador que pasa cerca mientras otros afiliados aguardan para ser atendidos en persona.
Ambos tienen una cosa en común más allá de haber formado parte de la misma conducción hasta hace poco: sienten que al término de los comicios, cuando se cuenten todos los votos, resultarán vencedores. Con holgura.
Por ahora la Junta Electoral parece no tener en claro cuántos son los habilitados para votar. Por ejemplo, los jubilados, que debieron empadronarse para poder participar, un día eran 46 y luego fueron 54. “Puede variar”, dice Juan Amoruso, el delegado de Mardi que preside la Junta Electoral, para crispar los nervios de los opositores que exigen más transparencia.
Al cierre de esta columna, en el inicio de los comicios, la sede sindical estaba bloqueada por la oposición porque la Junta no había oficializado a un grupo de fiscales de la Lista Roja. El bloqueo impedía que las combis pudieran llevar las urnas a las fábricas. Un mal comienzo para una larga jornada que debería estar signada por la transparencia. Y la mesura desde ambos sectores.
En la previa sobraron chicanas y mensajes pesados: Unos se quejan que la boletas llegaron tarde porque escribieron mal los nombres de los candidatos a propósito, no les reconocen los fiscales de mesa y la flexibilidad del padrón.
Del otro lado lamentan el muro/mensaje para un candidato que llegó como yapa a la rotura de un par de cubiertas del auto con el que habían llegado a conversar en una planta dominada por la oposición.
Lo que queda tras pasar la zaranda que margina el anecdotario es muy poco y tiene sabor amargo. Es comprobar que la áspera realidad que les toca atravesar a miles de trabajadores del pescado en Mar del Plata no va a cambiar por el resultado de la votación de este jueves.
Gane Ledesma y sume un tercer mandato al frente del gremio, o llegue la renovación con Ramírez, su florido discurso e ínfulas de recuperar una identidad desdibujada a fuerza de inactividad y precarización, nada cambiará en el fondo.
Porque más allá de alguna promesa circunstancial de campaña de la Lista Roja, las respuestas no están en el sindicato. Hacen falta políticas pesqueras para que el trabajo en tierra recupere ritmo, rompa el letargo del salario garantizado que invade casi todos los rincones de las fábricas.
Esos incentivos no existen y seguimos siendo testigos de un modelo que prioriza otros intereses antes que el empleo en tierra. En el último reparto de merluza hubssi del Fondo de Reserva que tiene el CFP, tres barcos congeladores de Solimeno más otro de Estrella Patagónica, se llevaron el 70% del reparto.
Las consecuencias están a la vista. Más de 600 puestos de trabajo perdidos a partir del cierre de media docena de fábricas en los últimos cuatro años y cientos de cuentapropistas del fileteado en plantas clandestinas.
Mientras este esquema se consolide y profundice, y no hay ningún indicio que vaya a revertirse, quien conduzca el SOIP solo conducirá pobres.